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Al final del pasillo.

  • Luisa María Rendón Muñoz.
  • 6 nov 2015
  • 8 Min. de lectura

Eran aproximadamente las seis de la tarde y lo único que se lograba escuchar claramente en ese último cuarto después de pasar todo el pasillo, era la respiración agitada de él. Su cuidadora, sin darse cuenta, entra al cuarto para disponerse hacer lo que normalmente hace para darle a este hombre comodidad para dormir: cambiarlo de ropa y ponerle el oxígeno para que no se le detenga su respiración y su corazón. El desenlace de la noche no fue como siempre. Ella inmediatamente después de retirar sus medias, percibe el color morado e inflado que quería resaltar sus piernas para avisar que algo no estaba funcionando en el cuerpo del hombre. ¡ESTÁ INFARTADO! Grita desesperadamente Doña Fanny. Su hijo Lucas entra al cuarto inmediatamente después de escuchar la alerta de su madre y percibe claramente la mirada opaca del sujeto y se dirige a llamar al médico en casa. -Si buena tarde, lo que pasa es que Don Alberto, el que vive por empanadas Caucanas de llanogrande, se encuentra muy mal. -¿Joven, puede describir cuáles son los síntomas? -Tiene los pies muy hinchados y morados, sus manos están más heladas que de costumbre. Además en la respiración se siente como un motor que se estuviese averiando. Mi mamá dice que está infartado.

***


Con un silencio que sólo él entiende se encuentra constantemente un hombre que hizo de Medellín Antioquía un escenario de placer, alucinación y un ostentoso amor. Hoy, Alberto Prieto se encuentra en Rionegro Antioquia bajo la supervisión de alguien que jamás había conocido en su vida y sobre todo en las condiciones que ni él ni toda su familia, pensaría que llegaría. Sus ojos grandes aunque estén un poco apagados demuestran todo lo que tiene por contar, sus cejas pobladas y disueltas ayudan a conocer los caminos que anduvo sin conocer, y su barba demuestra los acontecimientos que hoy en día él cuenta con tanto placer y nostalgia.

“Don E” como le dicen cariñosamente quienes lo cuidan, hoy en día está viviendo lo que fue construyendo sin darse cuenta: una eterna soledad. Su rutina diaria es muy simple. Lo levantan para bañarse (algo que hoy en día odia, como casi todos los viejitos), se pone su ropa, desayuna en su cuarto, se acuesta a ver televisión o a escuchar el radio, luego se duerme, espera el almuerzo, almuerza por un largo tiempo, se acuesta, espera y vuelve a comer para poder acostarse a dormir de nuevo. Todo eso en un mismo escenario porque no le interesa cambiarlo. -¿Don E y qué hiciste hoy? -Nada mijita, estuve todo el día acá encerrado porque me da pereza salir. -Pero ayer hizo un día muy lindo, así con solecito y todo… -¿El sol? Eso es para los pájaros. No quiere decir que no me gustan, si me gustan y mucho, pero prefiero verlos desde acá de mi cuarto. Su guarida tiene todas las comodidades para que él no tenga que salir de ella. A la entrada de su cuarto al lado izquierdo está ubicada su cama doble, un nochero para su lámpara de noche, una campana para tocarla por si algo le sucede y en la baranda de arriba de la cama, una grabadora por si se despierta y no hay nada que ver. Al otro extremo de la cama está lo que hace su vida: el aparato que le da respiración. Al frente de su cama se encuentra un televisor grande que nunca pasa del canal 9 porque es el que ha visto toda la vida y al lado de ese televisor, está una mesa con una silla para el comer y otra por si alguien quiere llegar de visita. En el lado derecho se encuentra el baño y el vestier que mantiene lleno de reblujo y de herramientas por si algo “se daña”. Una de las formas que encuentra para salir de su cuarto es porque confundieron su cubierto con otro. Él que se vale de su bastón para caminar, va arrastrando sin ninguna prisa sus pies por todo el corredor que hay antes de su cuarto para llegar a la cocina y si no es que alguien lo siente caminar por el pasillo para darle el cubierto, él logra llegar hasta la cocina.


***

Al llegar a la clínica y verificar que tenía la EPS Sanitas de inmediato es atendido por un médico general. Los síntomas parecían ser muy claros pero las soluciones parecían cada vez menos nítida en la mente de los doctores y de sus familiares. Como no era la primera vez que don E estaba en una clínica y tampoco era por algo diferente que de ser llevarlo por déficit de respiración y por ser una persona que se le olvidara los medicamentos, los médicos dieron por descartado otra enfermedad. Todo era muy claro: Don E era un paciente con alzheimer y además con el 75% de obstrucción en los pulmones, lo que claramente indicaba que si era verdad lo de Doña Fanny al decir que estaba infartado. A diferencia de otras ocasiones, esta vez don Alberto no podía irse para la casa sino que debía quedarse varios días mientras lograban darle suficiente aire para que ese corazón no se parara de nuevo y esta vez para siempre. Los días en los que Don E estuvo interno no fueron más de siete, de los cuales más de cinco los utilizo para tratar de conquistar alguna enfermera. De hecho, su compañero de cuarto decía que la enfermera más bonita que Don E veía era esa que siempre venía en las noches, esa que tiraba la colchoneta y se arropaba con una cobija naranja y que él miraba siempre sin que ella notara mirada alguna. Esa mujer a la que él le dio el nombre de enfermera morena durante todos los días de su estadía en la clínica era nada más ni nada menos que Doña Fanny, la que lo cuida a diario en su casa. El día de su despedida agradeció profundamente por haberlo cuidado y cortésmente le hacía una invitación para que fuera un día de estos a tomar algo a la casa de él.


***

-¡Tilin, tilín! Suena la campana a media noche del cuarto de Don E. -¿Qué le pasó, Don Alberto? Pregunta en todas las noches Doña Fanny. -Volvió aparecer esa hijuemadre bruja y no me deja respirar. -¿Y usted por qué no la echa y ya? O póngase a rezar para que ella se vaya de una vez por todas. -¿Rezar? No mijita por Dios, si usted que reza tanto no ha podido hacer que esa indolente se vaya de una vez por todas, mucho menos yo que hace más de 40 años no hablo con Dios. Y eso de echarla ya no basta, yo la trato mal, a veces hasta le hablo normal como si fuera ella mi amiga y nunca se va. Todas las noches vuelve. - Mire, vieja hijueputa, váyase de una vez por todas o yo no sé qué voy hace con usted. No mentiras… no es necesario que nos tratemos mal, usted es mi amiga y yo su amigo…lo que no entiendo es por qué sólo viene a mi cama y además se me acuesta en el pecho ¿No ha notado que no me deja respirar? - Váyase bruja, deje a Don Alberto en paz. Váyase para otra casa y moleste a otra persona… Con los ojos cubiertos de lágrimas que no se atreven aún a caer, mirando hacia el piso y con su cuerpo encorvado hacia abajo, Don Alberto manifiesta un dolor que puede acabar en llanto por lo que pasa a diario en su cuarto. -Si ve mija, usted viene y ella ahí mismo se va. Ahora si voy a poder dormir en paz.

Conversaciones como estás son las que frecuentemente Don Alberto y su cuidadora tienen. En un principio sólo se escuchaba a don E llorar en su cuarto y con la mirada gélida en el abismo, como si algo o alguien hubiesen estado perturbando su dormir. La visitas de la bruja empezaron cuando don E empieza a presentar síntomas de poca respiración; desde ese entonces no hay una sola noche donde no sienta que están apretando su pecho para no dejarlo respirar tranquilo. -Yo no me doy cuenta cuando llega, de un momento a otro yo estoy durmiendo y siento que ella llega acostarse en el pecho. -¿Don E…y siempre es la misma o viene cada noche una diferente? -Siempre viene la misma hijueputa fea. Ella es como blanca, con el cabello castaño y con ropa muy fea, parece con ropa prestada. -Don E ¿Llamamos a un padre para que venga y rece? -No mijita por Dios, yo no creo en eso. Además eso es darle gusto a esa bruja, no ve que lo que ella quiere es que todo el mundo la conozca. -¿Cómo así que ella quiere que todo el mundo la conozca, don E? -Sí, yo le he dicho que se vaya para otra casa y me deje solo, y ella lo único que hace es reírse y decir que ella siempre va estar conmigo y con todos los que viven acá. -¿Ella se le ha aparecido a alguien más? -No esa hijueputa bruja sólo quiere estar conmigo, como soy el más viejo… Las conversaciones que tiene con las bruja cada vez son mayores, a veces cuando no tiene el aparato de oxígeno en su nariz, logra conversar con ella hasta en las tarde. A veces parece hablarle tranquilo y sólo sentir su presencia cuando se le cae de la nariz el aparato, otras veces sus ojos se apartan del televisor y miran hacia el lado del aparato y empieza rápidamente con una angustia que se refleja en los ojos al querer calmar su dolor con las lágrimas. Para los médicos esto sería una afectación de lo que él se inventa en su mente por causa del alzhaimer y lo que él asemeja con su falta de respiración; para sus hermanos, la conversación con la bruja no parece tan alocada por el hecho que él se apartó mucho tiempo de Dios, y para los lectores ¿Qué significará la presencia de una bruja ante la vida de él?

***

Don E construyó una jaula de soledad y ahora no se quiere marchar de ahí. Aunque él no parezca cansado de lo mismo, aunque sus ojos a veces no quieran mirar hacia otro lado que no sea el abismo de la ventana que lo separa de la realidad del mundo exterior y la de él, aunque su corazón amanece con pararse y dejarlo simplemente como un recuerdo en las personas que lo conocieron; él ahora vive como un milagro según los médicos y como un mérito según él. Muchos de los que lo conocen creerían que su soledad es buscada, otros incluso aseguran que él se merece eso y otros pocos aseguran que esa soledad no lo mata pero tampoco le da una completa libertad.

Ahora hay una lucha entre los 76 años y sus historias que inventa y las otras que son verdad y no se le pueden creer por la enfermedad de su mente, hay también una lucha entre la vejez de su corazón y la nobleza de su interior, y sobre todo, hay una lucha entre lo que él quiere ser en su vida de mentiras y lo que los otros disponen de él en su verdadera vida. No se sabe cómo vive, pero tampoco se le quita el mérito de haberlo hecho por todos estos años y quizá lo que él dice sería la mejor manera de concluir su contexto de vida: “Qué dispongan de mí, pero que dispongan bien”.

 
 
 

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