Un título para el amor.
- Luisa Rendón
- 8 nov 2015
- 2 Min. de lectura

Qué me perdone el lector si esta interpretación del amor no tiene que ver con lo que el mundo ahora señala
Como si fuese el humo que inhalo pero se esfuma ante la presencia del viento. En estos tiempos en los que el aire parece más denso que los que recordaba antes, siento que el amor y la melancolía se han casado y que ahora todos no se soportan la presencia de la lealtad. Como si pesara el querer un solo cuerpo, o como si el amor de las palabras verdaderas tuviese que ser repartidas ante cualquier presencia.
Me da coraje sentir que los vientos soplan a favor de quienes elevan las anclas en cualquier dirección, o aquellos en los que las manecillas del reloj les señala cualquier tiempo en el que pueden acelerar las pulsaciones cardiacas sin otra razón más que el capricho. Ahora no entiendo en qué momento la voluntad de sobre llevar ante cualquier circunstancia el alma de otro mientras se suspende en un beso, se deja ante la mirada que convoca hacia el desperdicio pero no provoca seguridad.
En estos tiempos en los que coger una mano no significa acariciar un alma, o en los que un beso no significa el éxtasis de la gloria de Dios, nos estamos convirtiendo ante la llama que no busca quemar pero tampoco ser ceniza, ante el agua que no busca saciar pero que tampoco posibilita el deseo. Ahora siento que los gemidos no proclaman la gloria y que las caricias parecen ser llevadas hasta en los versos de quienes no conmueven ni el llanto de su encantada. Parece que las palabras no quisieran tener otra forma diferente a la del llanto y la manipulación del deseo, éste como si fuese la magnitud del ser.
No habría problema en escribir estos versos si no sintiera el calor que me abriga al acariciarme con estas letras, como si no existiera un refugio aparte que me lleve al elegir otro tema que me ata pero me puede convocar al cambio. No diría con exactitud que estas letras conmueven a muchos corazones; habría de conquistar el mío para saber que ellas debían ser leídas por todos los que en algún momento debían hacerle un himno al amor, ya sea por su deslealtad o por su heroísmo. No diría esto si el tiempo no me reclamara, o si las circunstancias me llevasen a interpretar algo diferente a lo que estoy viviendo.
Le sigo pidiendo perdón al lector y me retiro con un punto que no diré cuál es.
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